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El texto

EL TEXTO

Si algo tiene el texto es algo que no tiene: intermediarios. Podemos leer solos y desnudos en una bañera confesiones y atropellos, te-odios y te-amos que no serían creíbles en boca de nadie. Esta ausencia elemental hace que su voz llegue al alma sin importar su belleza. Su silencio físico da oportunidad al pensamiento y lo convierte en emoción neta:

amigo, no desprecies este volante, necesito tu apoyo para comprar maíz y frijol para mi familia. No sé leer ni escribir. Tengo una casa de tablas en una comunidad muy pobre del estado de Puebla. Dios bendiga tu ayuda”, tal está impreso en un gastado trozo de papel que un hombre descalzo y con sombrero reparte a los pasajeros del metro. Y por esta sombría operación él recibe dinero —léase su versión a escala— aun cuando se obvia que no ha sido él quien desde él lo pidió. “Disculpe, soy ciego – sordomudo,” etc. Otras personas en circunstancias similares piden dinero mano a mano, pero nada reciben.

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En la literatura no ocurre muy diferente, sólo que para despertar alguna belleza esta cualidad del texto se vuelve una trampa que se antoja: la de poder conmover per se. Digamos que lo que seduce en el texto literario es una renuncia a las estrategias restantes de seducción: imágenes, sonidos, olores, contactos, miradas. Muchos son los que se regodean en sus propias letras pues, a sus adentros, siempre se las leen bellas; al tono que tendría la voz absoluta del texto le adelantan un suspiro pequeño de goce, haciendo obra del boceto, como un arquitecto orgulloso de juntar un par de ladrillos. “¿No son hermosos?”… Tienen ganas de belleza y creen que la belleza debe ser convincente. De hecho son ellos los primeros cautivos, incluso creen atraer de ahí sus recuerdos. Es común que cuando lean en público tengan que ofrecer una introducción: “este texto lo escribí cuando…”, “un día andaba de viaje por…”, “este poema es de…” La vida ha empalagado su propia expresión y luego de retirar las muletas poco es lo que sigue en pie. A veces basta con leer en tono engolado la etiqueta de un vino para advertir la poca diferencia que hay al respecto: “de los otoños septentrionales, nutrida por la luz del desierto y el valle, una vid de nobleza única, recoge de nuestra tierra notas de trufa, especias aromáticas y finos acentos de cereza…” Y así como se respira y luego se espira, hay quien se maravilla y luego exhala acento.

texto notasLa única posibilidad para que la belleza ocurra es que el texto olvide hablar desde él mismo o desde quien lo hizo y se ponga a hablar desde nosotros, los lectores, que piense por nosotros y nos haga brotar emociones nuevas como si fueran viejas con la misma naturalidad. El texto es la intimidad total, un amor abierto; no es un te-quiero-como-si-te-conociera-de-antes, sino un te-quiero-porque-envejezco-contigo,-porque-te-llevo-en-mí,-como-un-mañana.

Jorge Santana Dingbat

Acerca de Jorge Santana

Mi cuerpo recuerda lo que mi alma olvida. Mi alma recuerda lo que mi cuerpo olvida.

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