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Palabras y poéticas

PALABRAS Y POÉTICAS

  • Decimos que algo es ‘raro’ para ahorrarnos el esfuerzo de hablar de eso que descrito con claridad dejaría de serlo.

 

  • No se piensa como se habla. No se escribe como se piensa, ni se lee como se escribe ni se relee como se lee… y se podría seguir con ejemplos así al infinito, porque no se hace nada de la misma manera y nada es nunca de la misma manera. Ni esto dicho dos veces.

 

  • Se puede escribir infiel a los hechos pero no a los sentimientos.

 

  • No puedo dejar de anotarlo todo. Hasta lo más inútil se vuelve sustancia de mi vida: hacerla útil sólo por escribir que es inútil.

 

  • No siempre las preguntas son dudas ni siempre demandan saber; a veces son sabotajes. Basta ponerle una interrogación a algo para deformarlo.

 

  • Miro blanco el papel como abundante el tiempo.

 

  • Muchas veces lo que uno cree conciencia crítica no es sino un agarrotamiento de la espontaneidad.

 

  • Todas las ideas sirven. Aun la más extravagante guarda una sabiduría que se ha de ocupar una vez, quién sabe si por nosotros o por alguien más, si hoy o mañana, si por un animal, si servirá a otra la idea o será su propio fomento, como un color que aguarda en medio de las sombras pero jamás olvida que es color.

 

  • La sonoridad de la palabra en nuestro idioma contiene los tres tiempos: la esdrújula es el pasado, la grave el presente y la aguda el futuro. Las palabras tienen tensiones y ecos. Unas tiran atrás, otras empujan, otras se expanden en derredor.

 

  • Desdecir sólo dice otra vez.

 

  • La ‘a’ española, la ‘e’ francesa, la ‘i’ italiana, la ‘o’ portuguesa, la ‘u’ rumana.

 

  • Como el bien entre el mal, el sí arde en el fuego eterno del no.

 

  • “Una pizca de poesía” —Mejor nada.

 

  • Mejor la poesía que la moral, mejor llorar que saber conducirse.

 

  • Aunque la tinta y el papel son agradables a los sentidos, en el fondo me gusta esa poesía que no sabe a libro, que no entiende de papeles ni de manos, que no sabe ser guardada ni escondida, esa poesía que no es moneda y sí tipo de cambio.

 

  • Que sea el héroe quien escriba.

 

  • Cuanto escribo debe pasar una rigurosa aduana que confisque toda sospecha de autoayuda.

 

  • Creo en la poesía más allá del lenguaje, pero también creo en el lenguaje más allá de sí mismo y de tener que vérselas siempre con la vida para sacudirla. El lenguaje debió de conocer el mundo mucho antes que a nosotros, así como la poesía debió de conocer la vida mucho antes que la vida humana.

 

  • Una de las más tristes muletillas: como digo yo.

 

  • Extraña emoción de un gol anotado por nadie y celebrado en medio de la nada: en un sonido de ‘oooooooo…’ que dura todo el día y cuya ‘g’ inicial nunca escuchamos, y cuya ‘l’ final tampoco escucharemos.

 

  • Ante la noche creo en lo que digo, pero no ante alguien.

 

  • A mayor necesidad de leer tus líneas a alguien, mayor posibilidad de que sean malas.

 

  • Publicar una página por cada libro leído es una retribución justa a las letras por las letras.

 

  • La realidad no necesita títulos ficticios.

 

  • La literatura es una segunda vida o al menos una segunda oportunidad para vivir la que ya se tiene.

 

  • Una obra con muchos epígrafes equivale a una pintura invadida por firmas. La obra tributa al epígrafe, no al revés.

 

  • “Caer en cuenta”. Frase puntual: precipitarse en una continuidad a partir de la sorpresa. Ignorar e ignorar, hasta caerse, pero caerse un tren en marcha que ya no nos permite detenernos. Caída y movimiento: botepronto. El descubrimiento del error en el justo principio de su enmienda.

 

  • Poesía aquí, poesía allá, poesía acullá… La poesía no es mascota sino animal salvaje, si le insistes por ese que crees su nombre, de seguro se va.

 

  • Si haces literatura no te preocupe la realidad. La realidad es gratuita. La realidad acabará perjudicando tu imaginación.

 

  • Si el lenguaje no alcanza no busquemos que alcance.

 

  • Sólo en la escritura interesan las confesiones de la personalidad, se necesita la abstracción del texto para que la vanidad de quien las escribe se sublime en el morbo de quien las lee.

 

  • Según su contexto un verbo en infinitivo despierta un singular efecto del deber. Se le asocia sin fundirse. De modo que entre “vestir de negro” y “vestid de negro” pueda no haber diferencia. La acción infinitiva es acción imperativa. Crear una palabra huérfana. Recogerla. Adoptarla.

 

  • Los gerundios instan una moral que no les pertenece necesariamente: “Educando a Godot” parecería que va a ser un manual educativo. “Cayendo al suelo” parecería “cómo caer al suelo” (etc.)

 

  • Leer a Rulfo es como haber muerto; leer a Cioran es haber muerto aún.

 

  • Muy poco a poco escribir me enseña a hablar.

 

  • La escritura es el tráiler de la vida; nunca la película. Incluso la vida no siempre pasa de ser su propio tráiler.

 

  • El tamaño de una obra es el tamaño del silencio que nos deja.

 

  • Hay palabras de proporción inversa. Entre más se diga ‘gracias’ por una sola causa, más pequeños se volverán el agradecimiento y el agradecido.

 

  • Comprar todos los ejemplares que uno mismo publica para que las editoriales impriman más y más y se llegue a ser un “éxito editorial”.

 

  • Escribo para conocerme y pinto para olvidarme.

 

  • La lectura de un libro creado para nosotros se antoja una aventura por encima de la escritura que hacemos. Evoco a los destinatarios de las grandes obras. ¿Quiénes eran y por qué se las dedicaron? Sus almas completan con insondable silencio un elemento misterioso del arte. El anonimato despliega otra dimensión donde la literatura se escribe en la piel y es, por ello, muda; un costo elevado para una dicha única.

 

  • La copia de una carta empobrece la carta.

 

  • La copia de un libro engrandece al libro.

Acerca de Jorge Santana

Mi cuerpo recuerda lo que mi alma olvida. Mi alma recuerda lo que mi cuerpo olvida.

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